Pues bueno, tal y como he anunciado antes, el tema
principal de este texto será mi reflexión personal sobre las sensaciones que
experimenté durante la mañana que me correspondía ir a clase disfrazado.
Parándome a pensar sobre mi selección inicial del
disfraz, creo que llegué a ser bastante crítico, dado que, al igual que casi
todo el mundo, creía que llevar algo llamativo o extravagante, como llevar un
disfraz de diablo con peluca multicolor o de superhéroe frustrado, era una
buena forma de ir disfrazado.
Iban pasando los días y parecía que mi capacidad
creativa no estaba por la labor de ayudarme a decidirme, así que seguí pensando
hasta que, de improvisto, me encontré con lo que, para mí, era uno de los
disfraces más simples pero a la vez de los más entretenidos, por lo que
finalmente decidí disfrazarme de monje.
El día que me tocaba ir disfrazado se me ocurrió
darle un poco de juego a mi disfraz, algo que creo que no ha hecho nadie aún,
así que opté por esconderlo enrollándolo en mi abrigo (puesto, obviamente) y aparecer por mi instituto como si no me hubiera acordado de que aquel día era
yo el que tenía que ir disfrazado. Al llegar, la gente de mi clase me miraba
pensando que no llevaba ningún disfraz puesto, algo de lo que me percaté por
supuesto, lo que hizo pensar que el juego tenía más gracia, pero no sabía cómo
aparecer disfrazado sin que quedase muy cutre, por lo que aproveché un momento
en el que no me veía nadie para aparecer con mi túnica marrón y mi cordón
blanco puesto en la cintura.
Entré en mi clase y las mismas personas que creían
que no me había acordado fueron las que dijeron que al final sí que iba
disfrazado.
Al principio me parecía un poco vergonzoso, porque claro,
era el único que iba desentonando en mi clase vistiéndome como un monje, pero
más tarde esa sensación fue desapareciendo hasta el punto en el que llegué a
encontrarme cómodo con la túnica (quitando la parte de ir al baño, que era
algo...complicado).
Más tarde, en
el recreo, volví a experimentar esa sensación de estar siendo observado por
todo el mundo, hasta llegué a sentir que como analizaban mi disfraz, aunque
luego volví a sentirme como en casa con mi disfraz durante el resto del día,
dado que no creía que fuese haciendo el ridículo, todo lo contrario, pensaba
que era algo que merecía la pena experimentar.
Siendo sincero, creo que este experimento me ha
resultado muy interesante, dado que me ha permitido llegar a experimentar
sensaciones que normalmente no estoy acostumbrado a sentir. He aprendido que lo
realmente importante es cómo te ves tú mismo y no cómo los demás te ven y
también he aprendido que a veces las cosas más sencillas son las mejores. En
definitiva, me ha gustado mucho este experimento y pienso que merece la pena
probarlo, al menos una vez.
Me ha parecido muy interesante el comentario sobre el día que fuiste disfrazado de...monje,un disfraz un tanto original.En mi opinión,ya es de ser valiente venir disfrazado/a al colegio,más aún de monje.No obstante,es una experiencia que como tú y todos tus compañeros me gustaría vivir en alguna etapa de mi vida.Pensar que todo el mundo te mire raro o se ría por ir diferente a los demás,por un día tiene que ser divertido vivirlo.
ResponderEliminarMe ha hecho un poco de gracia eso de " la parte de ir al baño " ,aunque pienso que pudo ser la más interesante del día,ya que es cuando todos te miran más detenidamente y cuchichean con sus amigos.
Pienso como tú,que merece la pena probarlo y espero poder hacerlo algún día.