martes, 11 de marzo de 2014

Descartes.

 En esta entrada me centraré en las posiciones epistemológica y cosmológica de un famoso filósofo francés del siglo XVII, René Descartes, el cual acabamos de dar en nuestra asignatura de filosofía.

El objetivo de este autor se resumía en la búsqueda de un método que permitiera librar al conocimiento del error. Para ello, Descartes elige el conocimiento matemático como modelo de saber al que dirigirse, dado que éste reunía las características que el autor pretendía extender a las demás esferas del conocimiento, Sin embargo, durante su búsqueda no se centra en la matemática vulgar, sino en los procesos mentales de los matemáticos, a los que llamó “matemática universal”. Esta matemática universal hace abstracción de los objetos de la matemática vulgar procediendo de acuerdo con la razón. Según Descartes, estos procesos eran el orden, que suponía la posibilidad de deducir conocimientos a partir de otros previos, y la medida, que suponía la posibilidad de un tratamiento cuantitativo (sólo puede conocerse con rigor aquello que puede ser cuantificado). Este método se basaba en dos fundamentos, intuición intelectual y deducción, y re regía por cuatro reglas: intuición intelectual, análisis, síntesis y revisión. En su obra “Discurso del Método”, el autor defiende que el método se basa en la razón, dado que tenía que sostenerse en algo sólido para funcionar. Este libro era la introducción de otra obra mayor, “Los Meteoros”, escrita en francés para que fuese divulgada para todo el mundo a diferencia de los demás libros, escritos en latín.

Cuatro años después de la publicación del Discurso del Método, Descartes escribe “Las Meditaciones de la Metafísica”, libro a través del cual pretende fundamentar la razón y demostrar la validez del método al aplicarlo a la metafísica.
Para ello, toma la duda como punto de partida. Comienza dudando de Dios, del mundo y del sujeto a través de dos hipótesis: la hipótesis del genio maligno y la hipótesis del sueño. Una vez inmerso en la duda, plantea que aunque piense que todo lo que piensa es falso, es evidente que existe como sujeto pensante (solipsismo). Tras la duda, Descartes encuentra una verdad en la que apoyarse, el cógito, que supone el punto de partida para eliminar la duda, y a partir de aquí, llega a las ideas de perfección e infinitud. Es entonces cuando a través de estas dos ideas y mediante los argumentos cosmológico y ontológico, demuestra la existencia de Dios, lo que provoca la inmediata desaparición de la duda.

Por otro lado, el autor adopta la teoría de la sustancia y los accidentes para elaborar su propia estructura de la realidad. Plantea que la realidad es únicamente una, pero escindida en tres sustancias:
Por un lado está la res extensa, regida por los principios mecanicistas (orden), en la cual sólo le atribuía Dios la intervención inicial.
Por otra parte se encuentra la res cogitans, en la cual el cógito era el punto de partida para escapar de la duda. En esta sustancia se aloja el pensamiento, el cual supone una sustancia independiente para Descartes, ya que si no existiese cuerpo, seguiría existiendo el alma según él. Plantea que el ser humano es el único que comparte ambas sustancias, unidas por la glándula pineal (situada en el centro del cerebro), cuya función se desconocía.
Por último está la res infinita, la cual aloja a Dios. Descartes habla sobre la existencia de Dios deducida a partir del cógito, mediante las ideas de perfección e infinitud y los argumentos cosmológico y ontológico. Finalmente, Descartes plantea que la perfección de Dios le impide engañarnos cuando nuestra razón toma una verdad como cierta. Como consecuencia, se fundamenta el método y desaparece la duda.

Refiriéndome a la epistemología del autor, creo que el conocimiento matemático únicamente puede ser válido para ciencias en las cuales las matemáticas sean la única forma para trabajar con procesos más exactos y rigurosos, como la física o la geografía, pero sin embargo, en otros aspectos como la biología, me parece que la experiencia puede ser el proceso más adecuado para su realización, ya que, por ejemplo, la compasión de un ser vivo no puede llegar a conocerse a través de las matemáticas, aunque puede que esté equivocado. Además, pienso que aún usando las matemáticas, habrá verdades a las que no llegaremos a alcanzar, o al menos no hasta dentro de mucho tiempo, como la fórmula que permita los viajes interestelares (siendo un poco ficticio).


Por otra parte, refiriéndome a la ontología del autor, estoy a favor de los principios mecanicistas por los que se rige la realidad, ya que pienso que toda acción es consecuencia de una causa previa. Sin embargo, no comparto la opinión del autor con respecto a la división cuerpo-alma, ni con la posición y la labor de Dios en esta realidad, puesto que, al estar en el ámbito de las ciencias, confío más en teorías físicas relacionadas con la creación del universo y los planetas que en la intervención y la posterior despreocupación de un Dios.

Otras Mentes.

 El capítulo expuesto trata sobre el problema filosófico de las otras mentes, que plantea la incertidumbre provocada por desconocer si el resto de las mentes son similares a la mía, es decir, por desconocer su contenido.

Tal y como plantea el fragmento, ¿por qué no pensar que el resto de las personas son zombis sin mente? ¿No sería eso posible? Andan del mismo modo que ando yo, tienen un comportamiento similar al mío, e incluso hablan de la misma forma que yo. ¿Y si por el contrario, son mutantes con una mente totalmente diferente a la mía, los cuales sienten placer cuando yo siento dolor? ¿Cómo puedo saber el contenido de la mente de los demás? ¿Cómo saber que tienen una mente parecida o, como hemos dicho antes, son simplemente zombis?

 El problema de las otras mentes se genera a través de este tipo de preguntas, que aparecen en el capítulo, las cuales muestran la incertidumbre provocada por desconocer el contenido de las mentes que no son la mía, como he mencionado anteriormente. El modo más empleado para afrontar el problema es a través del llamado “argumento por analogía”, desarrollado por Bertrand Russel.
Para entender bien este método, se emplea el ejemplo de la chincheta, el cual plantea que el hecho de pisar una chincheta suele ir seguido de un determinado tipo de comportamiento (un “¡ay!”, una mueca de dolor), acompañado posteriormente por el dolor. Según el argumento por analogía, al observar que las personas actúan de forma similar al pisar la chincheta, puedo deducir que también padecen el dolor.
Sin embargo, el problema de este método se reduce a los datos que aporta, ya que al tratarse de un tratamiento inductivo, no se puede sacar de él ninguna prueba concluyente.
Por tanto, confiar en que las demás personas tengan un contenido mental similar al mío no asegura la solución del problema, dado que de lo contrario estaría cometiendo un error.

Como vemos en el capítulo, dar por descontado que los demás poseen unos pensamientos y unos sentimientos parecidos a los míos  nos lleva a recurrir al análisis de los hechos mentales y físicos para intentar solucionar el problema.
Según plantean las explicaciones fisicalistas, los hechos mentales estarían relacionados con los hechos físicos, por lo que la teoría de que los demás fueran zombis que imitan mi comportamiento quedaría descartada. Sin embargo, esta asociación de hechos no supondría que las explicaciones fueran ciertas, como bien se plantea en el fragmente, pero sí en una prueba de que éstas están bien encaminadas.

Finalmente, a través del ejemplo de la ostra y la perla, se nos plantea que comprobar la existencia de perlas en varias ostras (experiencia), es lo que nos permitiría superar la incertidumbre. Pero como bien sabemos, es técnicamente imposible adentrarnos en la mente de los demás para averiguar si éstos poseen el mismo contenido que yo.


Desde mi punto de vista, el problema de las otras mentes me parece un tema interesante pero inútil a su vez, dado que desde mi propia experiencia personal, no he llegado nunca a plantearme que los demás tengan un contenido mental diferente al mío, porque al estar observando continuamente sentimientos aparentemente reconocibles por mí, me hace creer que no hay diferencia entre mi mente y la de los demás. Sin embargo, y ya para concluir esta entrada, mi opinión sobre la inexistencia de mentes diferentes a las mías no quiere decir que éstas no puedan existir.